miércoles, 14 de julio de 2010

Día 6. Reflexiones

Abres los ojos, cansado, la luz entra demasiado blanca como para hacer buen día. Hace frío, el suelo está húmedo y la ropa sucia comienza a pesar más que la limpia. El desayuno es fuerte debido a la puntualidad, así como la llegada a la academia en el primer día lectivo. El primero de cuatro. La primera profesora es un tanto estirada, pero se le entiende bastante bien. La gramática se hace poco amena durante dos horas. Al contrario llega el speaking y juegos de desarrollo de la lengua. Conoces gente nueva a la del grupo procedentes de varios países: Portugal, Polonia, Italia, Turquía, Colombia y España. Realmente interesante esta mezcla cultural. También hay que mencionar que en el grupo hay una gran riqueza de sabiduría porque la variedad de carreras que cada uno cursa es inmensa. Por lo que cada uno puede aportar su granito de arena a la experiencia común. Tras las clases se queda en el centro para comer una Jacket Potato y grapes para enlazar con una tarde de museos.

Con el cansancio te vas al College, con duchita fría. Un rato de deberes y contactar con España y a cenar. Tras ella comentarios sobre la jugada de hoy y juegos de cartas divertidos y amenos para relajar al personal. Tras ellos, irse a dormir pronto y escapadita para verte.
Quería hablar un poco o intentar describir lo que siento estando aquí. No es nada fácil conseguir un retrato de mi entorno desde donde estoy escribiendo. Desde el café del Fitzwilliam, sentado en un sofá de cuero, mirando más allá de los gruesos y enormes cristales, puedo ver inmensidad de naturaleza, de verdura, de multicoloridad, de hojas moverse, de sombras y claros en la hierba del suelo, donde algún atrevido –pese a los carteles de prohibición- se atreve a acostarse y echar las horas leyendo allí. La gente pasa por el pasillo que da al grande y cúbico comedor. El camarero entra y sale con sus quehaceres, esperando que le pida algún refresco mientras estoy a solas contigo. El paisaje de jardines paradisíacos está limitado por las casetas de habitaciones, oficinas, casas de gente importante del College y más edificios de conferencias, no muy altos. Dos pisos a lo sumo. Sales fuera y todo te transmite paz y retiro. Pero es que sales a la ciudad y pese al gentío que corre por las calles, los edificios románticos, góticos o incluso romanos y el mercado central crean un contexto medieval, un aire extraño pero familiar a la vez. Quizá por algunos de los libros que he leído están centrados en una época en la cual me he imaginado un contexto similar. A veces ocurre, y no te das cuenta hasta que descubres trocitos de Tierra. Te das cuenta que lo que un autor quiso transmitir está reflejado en parte en la realidad y en parte, en la mente de cada uno.
Pero volviendo al Fitzwilliam College, es un paraíso para gente muy inteligente, para máquinas del saber, pero como comentábamos en la mesa redonda, para gente que tiene muchos dotes en inteligencia, pero carece en otras facetas de la vida. Quien viene aquí, sacrifica cualquier tipo de relación social durante unos años. Dejando de lado los estudiantes de aquí, es un paradero realmente pacífico. Las habitaciones son bastante cómodas y todo está a mano. Escritorio, baño, cama, armarios, moqueta. Todo muy bien equipado. Y la conexión a Internet, uno no se puede quejar. En fin, por hoy creo que ya es suficiente.

~Todo por hoy~

No hay comentarios: