miércoles, 10 de julio de 2013

La pluma

La pluma perdía agarre. Cada vez que Hugin cambiaba de dirección, ella se desprendía un poco más de su cuerpo. Ella ya no servía al señor de los universos, por lo que perdía el interés y la fuerza por aferrarse a aquella ave. Y pronto fue cuando la pluma tomó otro rumbo muy diferente al de sus hermanas. Las suaves oscilaciones la deslizaban, la alejaban, la llevaban a un nuevo mundo, a una nueva vida, a un lugar donde sería bien acogida. El movimiento era tal que parecía que ella misma fuera un ave, parecía que emprendía de nuevo el vuelo, que no quería resignarse a vivir en tierra, que quería volar, ser libre, pensar, le vol-au-vent, pero pronto los vientos la inclinaron y comenzó a perder altura y a caer, a caer, a caer hasta el mundo de los mortales.

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