martes, 9 de julio de 2013

La llave

Es la historia de un mago que comenzó alimentándose de algas verdes cortadas con su pequeño cuchillo; es la historia de un aprendiz de guerrero que nunca supo levantar una espada, pero que consiguió con su mente lo que muchos no habrían ni imaginado alcanzar. Es el duro camino a un final abierto, a un final incierto, con la única certeza que un día u otro, ese final va a llegar, pero sin saber ni siquiera si habrá valido la pena el esfuerzo.

El brujo, llegó a paso lento, erguido y ayudado de su bastón milenario. Sus poderes se habían debilitado, pero conservaba la vitalidad necesaria para seguir adelante. No había nadie en aquel lugar. Estaba solo, abrigado de su larga capa oscura, una capa que le había acompañado durante muchos años -fue la capa que le salvó la vida durante aquella larga noche fría, en los valles de Mont Grafonne, hasta que fue encontrado por unos garrípodos al descubrir su cuerpo, débil, pequeño y olvidado entre las sombras que las Lunas creaban en él.

Estaba arrodillado ante aquel pórtico cerrado y envejecido por la erosión y las lluvias ácidas en ciertas épocas del año crenular. La situación era única. Él, gran superviviente de los entresijos del destino, arrodillado ante esa puerta cerrada. Una puerta que una vez fue cerrada, para no abrirse nunca jamás. Alguien quiso un día guardar un secreto. Un secreto que cambiaría el entendimiento de aquellos que alcanzaran el nivel de abstracción adecuado para entender tales revelaciones. El miedo a la muerte fue uno de los detonantes para enterrar aquel secreto de tal manera que solo el que estuviera preparado para soportar la verdad, podría alcanzar lo que aquella cueva guardaba en sus entrañas.

Y allí estaba él, con su nariz picuda, sus ojos entrecerrados, con unas pobladas cejas canosas, mirando al suelo y echando el aliento frío por su boca. Preparado para abrir aquella puerta. Era el resultado de una vida entera, era la frustración de tantas derrotas, pero la satisfacción de haberlas superado y haberse levantado, plantado su bastón y su coraje para volver a andar, cada día un paso más, hasta hoy.


Y ese día llegó, él tenía la llave, había aprendido a ver, en el sentido más amplio del vocablo, había aprendido a abstraerse de tal manera que la llave ya no hacía falta. Era él mismo la llave que desvelaría el secreto. Su mente era la guía, sus pies el transporte. Y abrió los ojos, con potencia. El pórtico empezó a elevarse ante sus ojos. Era el momento de dar un paso al frente y dar cuenta a las pesadillas que le habían acompañado en esa travesía, a las malas pasadas que él mismo se había jugado, a las fiebres nocturnas fruto de indigestos pensamientos, el miedo. Sí, incluso un brujo, un maestro de la mente no puede escapar a las zarpas del miedo y el dolor. Es el poder de la mente en sí mismo el que nos atrapa, el que nos aprisiona en sus callejuelas. Es nuestro el deber de escapar de ellas para recobrar el aliento y recuperar la senda del cazador... Es el trabajo del gran mago.

No hay comentarios: