sábado, 10 de octubre de 2009

Huele a algo más que Septiembre


A veces, me levanto y huelo la habitación, encerrada durante la noche, con un aire cargado. Me acerco al pomo de la puerta y lo giro. Es cuando siento el frío matinal, y noto el contraste de una estancia a otra. Voy a tientas por el pasillo, el recorrido constante de años y años ha hecho que el cuerpo vaya sin pensar. No imagino el día en que haya algo por medio y tropiece. Será como comenzar el día con mal pie! Me acerco al lavabo, abro el grifo y derramo agua por la cara, mientras comienzo a abrir los ojos, cegados por la luz que ya entra por la rendija.

Es cuando salgo del baño que comienza a llegar esa gama de olores peculiares a mis fosas nasales. Sí, es cierto, los seres vivos tienen olores corporales, que se acaban disimulando al lavarse de vez en cuando, que no a todas horas, ya sabes, nos encogemos. Pero hay olores y olores, está el aroma del café, las tostadas con mermelada recién hechas y para los que no desayunan tan fuerte, la leche suele fraguar un perfume único. Pero, y me pregunto, llega el agua, y bien, la teoría está clara. El agua es insípida, inodora e incolora. ¿Y bien? ¿Por qué cada vez que bebo sabe de una manera, según la botella, según si está fría o natural? Pues sí, en un principio he pensado, será cosa del aliento, que como bebes de la misma botella, se introduce dentro y luego lo vuelves a notar en la siguiente vez que bebes. La hipótesis tiene su peso, pero luego indagando, que si bien el agua no sabe a nada, en realidad sí que podemos ser capaces de distinguir las cualidades de un tipo de agua y de otra.

Simplemente es una de esas reflexiones puntuales, mientras vas recorriendo camino hasta la facultad. Un camino en bici, que te despeja las ideas al llegar a clase. Qué más da, ideas inconexas que de vez en cuando, profundizas y acabas aprendiendo algo más. Y, como cualquier otra mañana, se huele la fragancia de los árboles del bulevar, de los arbustos en flor, se nota la humedad de la lluvia matinal que ha dejado algunas gotas durante el trayecto. Bueno, para romper un poco el encanto, también están los tubos de escape, las alcantarillas, el hedor de algun@, que como decíamos, no se lavan ni en luna llena. Que bueno, ya no sabes qué es peor, si eso o la leche amarga tras el desayuno. Y es que hay que lavarse los dientes, lo tengo dicho...

Entras por los pasillos, el olor residual del tabaco está presente, que aunque haya carteles por doquier, el buen español estará siempre ahí, para incumplir la norma. Y la puerta de clase está entreabierta, por lo que decides mirar como curioso que eres, y ves que los dormidos compañeros ya se están aposentando en lo que será su butaca durante 6 horas. Y entras, -qué remedio, para algo te has levantado, ¿no?- y percibes el olor a madera de los pupitres, recién estrenados, que pronto estarán señalados con fechas de amor, con nombres y el año en que se escribió. Que suena divertido, pero en el 2030, no lo será tanto. Pepito Grillo, 9-10-2009. No, para ese entonces, el ingeniero en cuestión ya debe haber montado una empresa, habrá recorrido medio mundo... o, no, depende del plan que lleva el ingeniero. Porque haciendo números, 21 años tampoco son tantos para acabar la carrera, no? Pues hay quien aún tiene humor para hacerlo!!

El sol va avanzando sobre el cielo, y las horas van pasando, y la bici vuelve a ser tu medio de transporte, que te sumerge por el centro de la ciudad, pasando por callejuelas repletas de trajín, p'aquí p'allá y tiendas de jabones, de mieles, de repostería, herbolisterías. Es genial pasar por delante de ellas, ver el escaparate y quedarte con un poco de su esencia, viajar en un instante a la Edad Media y visitar la naturaleza en estado puro a la vez, mientras el aire roza la piel y los cabellos se remolonan por la velocidad. Que sí, no voy muy rápido, hay que ir con prudencia, pero bueno en las rectas y de buena visibilidad..., uno puede hacer algún que otro sprint, y de paso haces deporte, que nunca viene mal.

Y el día sigue su ritmo, avanzando poco a poco, sin darte cuenta. Y tras haber estado abrumado de tantos olores, tu cuerpo todavía te pide uno, uno más, ese último y único aroma que anhelas toda la semana, que no sabes cómo, pero lo necesitas como el que más. Ese aroma te evade de todo, no sólo te hace viajar a la Edad Media, sino es que te eleva al infinito, despertando todos tus sentidos. Y no estamos hablando de nada más que de ti. Es por eso que envidio el olfato del can, capaz de distinguir una esencia entre miles alrededor, al estilo de Grenouille en El Perfume de Süskind. Aunque este personaje utilizara sus cualidades para actividades no del todo éticas...

Y es que pasan los días, y te das cuenta de que ese aroma forma parte de ti, y que hasta dentro de unos días no lo podrás ver, que sí oir, pero no oler. Al menos queda el fresco recuerdo y esas mariposas que pululan por el estómago, que van haciendo de la rutina un tiempo placentero.

Un fuerte abrazo!



...coge mi mano y apriétala,
recordamos esa noche en la que nos encontramos,
esos días intensos de verano,
no queremos separarnos ni un minuto más
y nos largamos en mi nave espacial...

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